De cop i volta potser trobo a faltar un so by Albert Murillo

Los sonidos llegan a nuestros oídos sin pedir permiso. Quizás por eso, cuando desaparecen o se debilitan, no nos damos cuenta hasta que ya los echamos de menos. Muchos de estos sonidos dieron forma a nuestra infancia y nos acompañaron con naturalidad, incrustados en la vida cotidiana.
Las pérdidas sonoras pueden ser vacíos irreemplazables, o bien dejar paso a otros sonidos que acaban definiendo la vida de generaciones más jóvenes. Gran parte de los recuerdos sonoros son, de hecho, momentos sociales, y estos cambian con gran rapidez.
El sistema laboral en las ciudades, o el uso de la calle como espacio lúdico, ya no es el mismo que hace 5, 10 o 20 años, y con ello también se transforma el paisaje sonoro. La tecnología, con su avance constante, ha sustituido muchas sonoridades antiguas que hoy despiertan nostalgia. A veces parece que el presente suene más plano, menos auténtico, que el pasado. También el cambio climático deja huella: fuentes ornamentales que ya no brotan, glaciares que se agrietan con un sonido seco y efímero… sonidos condenados a la extinción.